domingo, 12 de febrero de 2012

Ángel Cappa: “Fuera de Argentina me siento un cuerpo extraño”. Por María Cappa.



Ángel Cappa es un entrenador de fútbol argentino afincado en España desde mediados de los años 70. También es licenciado en Filosofía y Psicopedagogía. Tiene algo más de 60 años, aunque él afirma tener 49 desde hace ya bastante tiempo. En España se lo conoce, fundamentalmente, por el año y medio que pasó junto a Jorge Valdano como entrenador del Real Madrid. En Argentina, por haber pasado por muchos equipos. Algunos lo admiran por el estilo de fútbol de toque que defiende y por su ideología de izquierdas. Muchos, incluso, lo quieren por haber dirigido al equipo que mejor ha jugado en Argentina desde hace, al menos, 20 años; aquel glorioso Huracán del Torneo Clausura de 2.009. Otros, sin embargo, lo odian precisamente por su postura política, sus convicciones futbolísticas y por decir lo que piensa de los “aliados del poder. De sus siervos. De los esclavos de una forma vacía y estúpida de vivir la vida”. Afirma sentirse orgulloso de tener a resultadistas y neoliberales por enemigos. "¿Te imaginás que pensarían de mí mis hijos si esa gentuza me tomara por uno de los suyos? ¿Qué herencia les dejaría?”, dice siempre con orgullo. Actualmente es colaborador de Radioestadio, en Onda Cero, donde comenta los partidos de los equipos españoles.



María: El juez Garzón inhabilitado y Camps, señor honorable y sobresaliente cum laude en su tesis doctoral sobre la reforma laboral y la regeneración democrática…
Ángel Cappa: Bien hasta que me dijiste cum laude que no sé lo que quiere decir… (sonríe). Es evidente que es una cuestión política y que el franquismo sigue gobernando… o sigue teniendo poder, mejor dicho, en España… y gobernando también, pero bueno, digamos que sigue teniendo poder, que es lo más importante. El juez que les molestaba se lo sacaron de encima con argumentos que la justicia encuentra siempre a favor o en contra del que quiere encontrarlo. Si quiere favorecerlo, lo favorece y si quiere perjudicarlo, lo perjudica. Siempre hay algún argumento para hacerlo. Más allá de todas estas cuestiones formales, hay una cuestión de fondo que es política, insisto.

M: ¿Es imposible entonces que haya una ley justa y objetiva?
A.C.: No es imposible, pero en otra sociedad. En este tipo de sociedad es muy difícil encontrar que haya una ley justa, porque la ley la impone el que manda, y aquí manda una clase social que es la que tiene el dinero. Por tanto se aplica la ley de acuerdo a sus intereses.

M: Viniste exiliado de Argentina en el 1.976
A.C.: ¿Yo?

M: Sí.
A.C.: No, así formalmente no. Sí me fui de Argentina en el 76 porque la mayoría de los jóvenes de ese momento corríamos peligro en la medida en que teníamos el atrevimiento de cuestionar al poder o de pensar.

M: ¿Hay algún paralelismo entre lo que motivó que te fueras de Argentina y lo que está pasando ahora en España?
A.C.: No, no… el paralelismo estaría con el franquismo directamente. Aquí en España todavía hay posibilidades, digamos, democráticas, aunque la Democracia esté cercada y cuestionada, pero de todos modos hay posibilidades de actuar, de pensar, de expresarse, que no había en Argentina. Además, aunque la justicia generalmente esté condicionada por la clase dominante, hay alguna posibilidad de justicia. En Argentina se había eliminado el habeas corpus, por ejemplo; y la gente fusilaba y te mataban sin ningún tipo de inconveniente, cosa que en España no existe. No había ninguna posibilidad de expresión de ninguna naturaleza. O sea, el paralelismo existía cuando estaba Franco vivo, digamos, no ahora.

M: ¿Piensas que las circunstancias actuales en España son un motivo suficiente como para salir del país e ir a otro a vivir mejor o hay posibilidades de cambio reales en España?
A.C.: Las posibilidades de cambio siempre están… digamos que dependen de la lucha de la clase obrera. Estamos instalados en una lucha de clases, aunque no se diga y aunque se oculte. Una lucha de clases donde la clase dominante impone, entonces en la medida en que la clase oprimida se rebele, habrá posibilidades de cambio, lo cual es muy difícil todavía. Muy difícil porque la clase dominante cuenta con los medios de comunicación. Han hecho una tarea de muchos años, desde la Transición hasta acá, para adormecer y para despolitizar a la clase obrera. Entre otras cosas han sometido a los sindicatos para desarticular los movimientos de lucha de la clase obrera. Hay una especie de desorientación en la izquierda de España, por lo que las posibilidades de cambio son remotas, evidentemente. Las emigraciones han ocurrido en la historia de la sociedad siempre. La gente, cuando no encuentra ninguna posibilidad de supervivencia, se va a otros lugares donde cree que pueden encontrarla. Inclusive dentro del mismo país. Lo que ocurrió con la emigración andaluza a Cataluña, por ejemplo. Y España tiene una historia de emigraciones. Muchas veces han emigrado los españoles a otros lugares a conseguir una vida digna. La gente no se resigna a quedarse de brazos cruzados. Si no hay trabajo, o no hay ninguna posibilidad, van a donde haya trabajo.

M: Estás hablando de clase dominante, clase oprimida… hay mucha gente que piensa que es un lenguaje desfasado.
A.C.: Sobre todo la gente a la que le conviene pensar eso, ¿no? La gente que vive más o menos bien y que no tiene ningún interés en que hagan olas… Entonces piensa que eso se terminó, que no hay ideología y que no hay lucha de clases. Bueno, a esa gente es muy fácil… con decirle lo que han hecho con la quita de derechos laborales, que llaman reforma laboral, recientemente, a ver a quién favorece esta historia, ¿no? Y mucho peor todavía: qué clase es la que está pagando lo desatinos que hicieron los que tienen el poder. Es decir, a quién se lo hicieron pagar los que tienen el poder todo este desbarajuste económico. Ya verán que no hay nada desfasado en eso.

M: Eres entrenador de fútbol. Sin embargo pareces expresarte con bastante claridad y con una idea muy bien formada de lo que es la realidad. ¿Ser un ‘intelectual’ en el mundo del fútbol es ser un bicho raro?
A.C.: Lo que pasa es que el fútbol, como ocurre con otras actividades pasionales, es muy absorbente, entonces la gente que nutre el fútbol… o mejor dicho, el fútbol se nutre de gente que viene de los barrios marginales, donde generalmente no tienen oportunidad de ir a la escuela, de comprender la realidad… generalmente a lo que espiran es a zafar de la situación en la que se encuentran. Y una vez que zafaron... como dijo Frantz Fanon hace muchos años, el opresor es aquel a quien se odia y a quien se trata de imitar al mismo tiempo. Entonces lo que tratan es de parecerse al opresor, que es el modelo, al amo. Hay que ser como es el amo. Hay que saber cómo se utilizan los cubiertos, qué clase de vinos hay, cuáles son los mejores restaurantes y cuál es la ropa de moda. Entonces tienen la ilusión de haber ascendido una clase social, por lo tanto… digamos que tienen muy poco margen para pensar. Y yo tuve la suerte de ir a la escuela, de participar en Argentina en un movimiento social que nosotros pensábamos que era decisivo para un cambio de la sociedad, lo cual me impulsó a ir a la universidad para tener argumentos teóricos de la situación, para entenderla mejor y para poder participar en ese movimiento. Nada más. Yo sigo siendo el mismo que era cuando nací, en el barrio en que me crié, nada más que tuve la suerte de ir a la escuela y, por lo tanto, la posibilidad de pensar.

M: La mayor parte de tu carrera la has desarrollado sobre todo en Argentina. También en Uruguay, en México, en Perú, en Sudáfrica… y en mucha menor medida, en España, a pesar de que has vivido aquí durante más de 30 años. ¿Tienes algún resentimiento con este país?
A.C.: No, no. Es lo mismo que le ha pasado a muchísimos españoles o de otras nacionalidades. No, ningún resentimiento. Se dieron las cosas de esta manera y nada más. Además, al ser argentino me resultó más fácil empezar a trabajar en Argentina. Y como empecé a trabajar en Argentina, pues… esto no escapa a las leyes generales del mercado. Entonces soy un “producto” que tiene su mercado en Argentina y en Sudamérica y aquí soy menos conocido… fue pasando el tiempo y sigo trabajando donde me llaman, y donde me llaman es donde me conocen, y donde me conocen es en Argentina y en Sudamérica.

M: ¿Encajarías trabajando en España?
A.C: (duda después de hacer una pausa larga). Supongo que sí. Sobre todo ahora, que hay un concepto futbolístico al que yo me amoldo mucho más fácil que al que había hace algunos años, donde se le daba más valor a lo que llamaban raza, y casta y toda esa historia… y la furia… y todas esas barbaridades herencia del franquismo, que ahora, que ha surgido una camada de buenos jugadores, y ha cambiado el gusto hacia el buen fútbol. Entonces sería mucho más fácil que ahora encajara en el fútbol español y que me admitan en el fútbol español. Pero ya es un poco tarde, porque los años que tengo me han quitado un poco las ganas de entrenar y además… a partir de los 60 años la gente empieza a considerarte viejo... y con algo de razón.




M: Dices que en España el fútbol era casta, garra, furia por herencia del franquismo. En muchas ocasiones te he escuchado hablar de fútbol de izquierdas y fútbol de derechas. ¿Tiene sentido?
A.C.: No, no… es un sentido metafórico. No es que Messi haga regates de izquierdas y Cristiano Ronaldo haga goles de derechas, eso no tiene sentido. Sí que, en general, la izquierda le da más valor a lo estético que la derecha. En general. Tampoco es tan así. Pero… había un eslogan, hace tiempo, del Partido Popular que decía: “eficacia”. La palabra eficacia, no era un eslogan, bah… Y es precisamente lo que caracteriza a la derecha. La derecha, digamos, lo que quiere es ganar dinero rápidamente, y lo demás importa muy poco. Para la derecha el matrimonio ideal es el hombre ingeniero y la mujer profesora de Letras. Entonces la mujer es una especie de adorno; un florero que estudia Letras porque es una estupidez. En cambio lo concreto es el ingeniero o, últimamente, ser agente de bolsa, que es mucho más importante que ser un ingeniero. Pero bueno… el fútbol de derechas, entonces, sería el fútbol al que lo único que le importa es el resultado. Y al de izquierdas le importa el resultado y, además, lo que significa el fútbol emocionalmente.

Y tiene también una razón, que es que como el fútbol nace en los suburbios de todas las ciudades, importantes o no, la única manera de ser, en el sentido filosófico, que tienen los pobres, una de las pocas que tienen, es a través del fútbol. Es un medio de realización que tienen. Es decir, lo que hacen… como si fuera pintura, o música o cualquier expresión del arte… lo que hacen les pertenece a ellos. Una gambeta, una buena pared, una buena jugada, un dominio de una pelota les permite ser. Y les permite el orgullo, que es lo primero que le quitan al pobre. El pobre no tiene derecho a ser orgulloso. En cambio, a través del fútbol, sí se sienten orgullosos porque son creativos. Y los acerca también a la belleza. No pueden ir al teatro, no van al cine, no tienen dinero para comprarse un libro, así que no leen, no escuchan música… entonces… prácticamente lo único que los acerca a la plenitud que da la belleza, es el fútbol. De ahí a que haya un fútbol de izquierdas y uno de derechas realmente… creo que es una manera de hablar.

M: Has pasado la mitad de tu vida en España y la mitad en Argentina. En Argentina dicen que eres español, y en España que eres argentino. ¿De dónde te sientes?
A.C.: De Argentina, sí (dice sin pensarlo). Pero de Argentina no en el sentido patriótico, sino en el sentido cultural. Estoy muy marcado por la cultura argentina y me siento… me sigo sintiendo, digamos, un ser extraño, un cuerpo extraño. No solamente en España. En cualquier otro país. De todos modos, después de tanto tiempo, también me siento como propio de este lugar; lo que no puedo es incorporarme de lleno a esta cultura. A las costumbres, a la manera de hablar, a los dichos, porque… estoy ya formado en la cultura argentina. Yo me acuerdo que, cuando yo era pibe… en ese momento había muchos extranjeros el barrio donde me crié. La mayoría eran extranjeros. Hasta el punto que había un solo compañero nuestro en el barrio que tenía un abuelo argentino. Uno solo. Y nosotros no le creíamos; le preguntábamos: "¿vos tenés un abuelo argentino?” – “Sí” –“Mentira, andá…” Porque era una cosa totalmente extraña. Sin embargo nosotros veíamos a la gente de otros países, a mis abuelos, arraigados todavía en su cultura. Y a mí me parecía algo muy extraño, inclusive hasta me molestaba que no se integrara en la cultura argentina… (sonríe) y ahora, cuando me tocó a mí, lo entiendo perfectamente. Salvo mi abuela la española… los españoles se integraron más. Los italianos no, y los árabes, los alemanes, que había muchos… tampoco. En cambio los españoles, por lo menos de palabra, estaban más integrados.

M: Cuáles son esas diferencias culturales entre dos países que… bueno, de hecho Argentina es la herencia de España e Italia. ¿Dónde está esa diferencia cultural?
A.C.: No, en las costumbres más que nada. En las costumbres, en el humor, en la ira… en cuestiones digamos tangenciales. En lo esencial todos los seres humanos son iguales: en el amor, en el odio, en el temor a la muerte… en todas esas cuestiones esenciales, el ser humano es igual. Después hay costumbres. Aunque también hay distintas costumbres dentro de una misma cultura. En Argentina no es lo mismo alguien que viva en Santiago del Estero o en Tucumán, que alguien que viva en la capital o que alguien que viva en Comodoro Rivadavia, en el sur. También hay distintas maneras… y mucha gente que es, como llamamos en Argentina, del interior del país, se siente un bicho extraño en la capital. Yo mismo. En Buenos Aires. A mí me resulta completamente… extraña, agresiva. No vivo cómodo en Buenos Aires.

M: Sin embargo Ariel Scher (periodista argentino, amigo de Ángel Cappa) dice que, a pesar de tu negativa, siempre le has resultado profundamente bonaerense.
A.C.: Bueno, lo que pasa es que no sabe lo que yo puedo sentir. Será porque me gusta el tango, por ejemplo, la música… ¿ves? Es otra de las cosas que hace que uno se sienta bien en un lugar, en tu lugar, donde tenés tus raíces. Que no es ni mejor ni peor que ningún otro. Simplemente distinto. Es tuyo, como tu cara. Te miras al espejo y es tu cara. Estás acostumbrado. Mañana te ponen otra y estarías perdido, a pesar de llevarla mucho tiempo…

M: ¿Crees que tu vi…
A.C. (me interrumpe riendo) Que por otro lado, si me cambiaran la cara, tampoco es que me fuera a quejar, ¿eh? Con esta cara que tengo… no pasaría nada, tampoco…
Risas.

M: ¿Crees que tu vida habría sido mejor si te hubieras podido quedar en Bahía Blanca? ¿Lamentas haber tenido que irte?
A.C.: No… irme de Argentina me permitió enriquecerme. Muchísimo. La vida que tuve la suerte de poder hacer en España me ha enriquecido infinitamente más que si me hubiera quedado en Bahía Blanca, por ejemplo. Mucho más. Viví cosas que ni soñaba. Y aprendí de culturas, me abrí mucho más… aunque yo, por formación… ya te digo, en el barrio… comía y vivía con árabes, con judíos, con italianos… en la casa de mi abuela… O sea que era una persona abierta en ese sentido, pero aprendí muchísimo. Y el fútbol también me hizo aprender, porque la posibilidad de estar acá, de hacer el curso de entrenadores, de dedicarme a lo que yo quería… me hizo conocer países y costumbres… vivir en esos países, no hacer turismo. O sea que, por ese lado, he vivido una vida muchísimo más rica que si hubiera vivido en Bahía Blanca.

M: ¿Te sientes feliz ahora?
A.C.: Bueno… yo sí, yo vivo muy cómodo y muy feliz, pero… siempre la felicidad son momentos, ¿no? Uno no puede vivir en estado de felicidad eso… (sonríe mientras se pone las manos delante de la panza como si tuviera un globo) como si estuviera embarazado de felicidad. Uno es un rato feliz y otro rato no, y otro rato… yo por lo menos. Además soy un tipo que no me siento cómodo en la felicidad. Como los pobres, que no se sienten cómodos cuando les viene la buena, que siempre tienen miedo de que les venga algo peor y dicen: “uy, ahora, lo que me espera”… Bueno yo más o menos soy un tipo así. Pero sí, yo más o menos ahora vivo bien. Pero claro estoy en el umbral de la vejez, entonces vivo bien y por ahí me angustio, porque me queda muy poquito en el carretel. Pero, sinceramente, tengo una vida muy plena.

M: ¿Te preocupa España?
A.C.: Si, claro, por supuesto que sí. Me preocupa España, me preocupa Europa y me preocupa Latinoamérica. Yo puedo decir que tengo dos lugares. Culturalmente me siento de uno, pero tengo dos lugares que los siento como propios.: Argentina y Madrid. Lo que pasa es que si tuviera que elegir… “Bueno, a ver, tiene que elegir”. Y bue… entonces elijo mi lugar, como le pasa a todo el mundo y como es lógico. Pero siento los dos lugares como propios y, por lo tanto, me preocupa, claro que sí. Me indigna que Madrid esté gobernada por una derecha inescrupulosa, por ejemplo. Me indigna muchísimo. Y lo que le está pasando a la clase obrera española y a la de Grecia también… pero bueno, sobre todo a la española porque comparto la suerte de mis hijos y de mi mujer… (sonríe) y de mi abuela, también ya que estamos. Entonces, claro que sí, que me preocupa mucho.

M: Hay gente que cree que la crisis de Europa y de Estados Unidos va arrastrar a Latinoamérica…
A.C.: Yo espero que no, porque… si Europa pone las garras (hace el gesto con las manos y pone cara de malvado) en Latinoamérica, será para tratar de explotarla, como ha hecho Estados Unidos… ¡y como ha hecho Europa, muchas veces! Entonces espero que no, que no… que no. Que no sea así. O si es así, que sea en un plano de igualdad, cosa que dudo mucho porque siempre el que tiene mayor poder es el que saca provecho del más débil, y entonces espero que las cosas no se desarrollen de esa manera.

M: Si pudieras pedir tres deseos que seguro te fueran a conceder, para ti o para la humanidad, ¿qué pedirías?
A.C.: Para la humanidad… no se me ocurre, pero… ¿para mí tres deseos? Que… a ver… primero que… mis hijos puedan vivir su vida como ellos quieren, como a ellos les haga felices… no, es una palabra muy grande… como ellos… puedan vivir la vida con alegría, haciendo lo que les gusta toda su vida. Más allá de si un día ganan dinero o no, que es absolutamente lo de menos…en la medida que tengan para comer y comprarse un… libro, de vez en cuando. Segundo… (piensa detenidamente) Y segundo… no tener enfermedades dolorosas, digamos. Y… qué sé yo. No sé. Para mí no tengo ninguna aspiración en particular en este momento sino que … seguir la vida que estoy haciendo.